“Co-Responder”
Cartas/ artistas/ salud mental.
Irma Hermoso “LUNA”.
Carta UNO1
Ilustración: Karla Oliveros Vélez
Es de noche otra vez y tengo tantas cosas que contarte. Sé que no nos conocemos, pero ya que estamos aquí quiero que sepas lo que ha venido sucediendo. Ya ha pasado la última luna llena del invierno y estamos en el umbral de la primavera. Otro comienzo.
Siento una aguda sensación de deshielo emanando desde alguna parte del abismo en mi tórax. Suena. Nunca he visto nevar, pero imagino que el deshielo se siente así, como este calor que asciende de regreso. Descongelarse. La vida abriéndose paso entre la más larga oscuridad solo para florecer. Es ahora. Creo que también por eso me decidí a escribirte; ya es tiempo.
Disculpa si a veces sueno rara, es por mi condición. Me siento balbuceante y desarticulada pero ya empiezo a tener palabras para hilvanar el miedo. Me encantaría que supieras todo lo que ha implicado llegar hasta estas letras. Iremos de a poco. Siento como si hubiera cruzado varios avernos descalza y a pasos de bebé, pero por fin descubro que escuchar a otras personas me ayuda a escribir. A sanar. Necesito hacerlo ¿sabes? Aunque a veces sienta que no puedo. Para ello, me informan que es preciso hablar de lo invisible.
Verás, a veces las palabras de otras personas permiten distinguir la voz propia… algo se aclara…ayuda a ver la tormenta desde otros lugares y eso desplaza. Dicen que las perspectivas que rotan curan, y dicen también que sólo se sana en colectivo.
Perdona que recurra a ti, así de la nada. Estoy practicando la acción simple de pedir ayuda y quiero aprovechar que este es uno de esos momentos donde ya no estoy tan congelada, tan muda.
¿Puedes ayudarme? El desafío consiste en escucharnos a través de cartas donde me cuentes como se siente el mundo desde donde estás tú. Me refiero a eso que llaman “salud mental”: ¿Cómo la resuelves la solventas la gestionas la transitas?
Te ofrezco este trato: si te haces preguntas conmigo y compartes tus respuestas, tejeré para ti todas las voces que logre recolectar y regresaré a entregártelas en otra carta, junto con un pedazo de mi mundo. Las preguntas están regadas por todo el texto, atiende a las que te llamen. Eso me impulsará a escribir y tal vez nos dará perspectiva. Nos encontraremos de cuando en cuando en algún buzón. Conozco una página de WordPress2 donde podemos leernos. Prometo regresar a ti siempre, a menos que nos despidamos definitivamente. ¿Qué te parece? Es cosa de ir juntando retazos de memoria carta por carta, hasta armar un mapa más completo, y poder eventualmente, darle a cada cosa el lugar que le corresponda. Tal vez así quedará resuelto de una vez y para siempre este maldito pánico escénico de escritura… este miedo.
¿Qué dices? ¿quieres armar conmigo el mapa? Antes de aceptar, es importante que sepas que, ante todo, esto es un pacto de vida, y existen siete condiciones inquebrantables que permitirán que se integren todas las voces y la propuesta se sostenga siempre desde su intención más esencial. Piénsalo como un juego donde las reglas son las siguientes:
Uno: Bajo ninguna circunstancia se aceptarán mentiras. Escribe solo si tienes el valor para decir la verdad.
Dos: Esto es un ejercicio de correspondencia, solo se permiten cartas.
Tres: No se aceptarán comentarios aprobatorios o reprobatorios sobre los testimonios de voces que no sean la tuya. Permítete únicamente contar la historia desde tu propio sitio, ¿cómo se vive siendo tu? ¿cómo respondes a los estímulos? Es todo lo que importa.
Cuatro: Si en el buzón llegases a encontrar una pregunta dirigida directamente a ti, debes ofrecer la disposición para consultarle a tu corazón y siempre responder antes de despedirte. No se vale evadir.
Cinco: Si alguien se despide de ti definitivamente, no interactúes más. Déjale ir.
Seis: Procura recordar frecuentemente que todo esto es un ensayo, una búsqueda colectiva.
Siete: Podemos romper las reglas siempre que sea un acuerdo grupal.
¿Qué decides?
Pregunté aquí cerca si alguien quería compartir su historia para ayudarme a trenzarte esta carta y de todas las voces que se acercaron a responder el llamado, han podido concretarse conversas presenciales y virtuales donde se recolectaron fragmentos de dieciséis historias. Las voces de Sandra, Pablo, Ricardo, Clos, Zamuel, Andrés, Kat, Alfredo, Rozz Flor, Aldo, Maribel, José Manuel, Sandra Jiménez Loza, Alejandra, Mat y mi propia voz. No tengo papel suficiente para contarte las historias completas en esta carta, pero los hilos han estado goteando y comenzaron a hilvanarse. Todas están aquí, en el subtexto. La puerta sigue abierta y seguiremos escuchando.
Voy a contarte como empezó todo… cómo ha progresado, y si algo te resuena, confío en que tu intuición sabrá si es tiempo para ti de Co-Responder… de acudir también al llamado y ofrecer tus respuestas… tus preguntas. Sé que sabrás reconocer si también te corresponde.
“Correspondencia: Relación de complementación,
concordancia, equivalencia o simetría
que existe o se establece entre dos o más cosas.”
Oxford Lenguages.
.” … que la palabra corresponda a la acción y la acción a la palabra…”
Dicho actoral que cita a William Shakespeare.
Todo se detonó a partir de la pandemia. No es el origen, pero le subió la flama al hervidero.
Volví a San Luis después de una residencia artística en la Ciudad de México que duró casi diez meses. Regresé a rehabitar la casa que mi madre me rentaba, abriendo espacio para mi nueva pareja, sin saber que nos esperaban dos años en aislamiento y una cuenta bancaria eternamente enclenque.
Era una actriz desempleada, lejos de la gran ciudad, viviendo con otro teatrero desempleado. Elegí creer que él había renunciado a su ciudad para venir a San Luis a vivir la aventura del amor romántico conmigo.
Confieso que hoy en día tengo muchas dudas respecto a lo que fue real y lo que no durante esa etapa. Nos conocimos en la residencia; ambos habíamos cortado relaciones largas con nuestras parejas de entonces y de un momento a otro, nos enamoramos y decidimos caminar juntos.
A veces creo en el amor. Otras veces pienso que solo éramos dos niñitos enfrascados en su propia melancolía, lamiéndose las heridas de miles de duelos añejos que no habían tenido el tiempo de cicatrizar. Éramos espejos. Por supuesto, esa relación terminó, pero hablaré sobre eso en otro momento, si es que viene al caso. Se me echaron encima todos los fantasmas de las navidades pasadas, cada expareja y su espectro correspondiente vino a rondar las cuentas pendientes. Estaba brutalmente triste desde tiempos inmemoriales.
El punto es que tardé más de treinta lunas en encontrar el valor y la sabiduría para hacerme cargo de mi adicción a estar en pareja y vivir sola. Ojalá lo hubiera hecho antes, en serio, pero todo ese drama no era tan angustiante como el hecho de ser una actriz de teatro, en cuarentena, detrás de una computadora, tratando de sobrevivir como docente en línea. ¡Docente en línea! Jajajajajaja ¡parecía un mal chiste del universo!: un huracán adentro, y una ganándose la vida intentando traducir un oficio que había aprendido desde el tacto, mirando al otro a los ojos, respirando juntxs… ¡había que reinventar todo y hacerlo pasar a través de un plan de trabajo apretado y una pantalla llena de cuadritos cuyos avatares representaban personas que raramente estaban dispuestas a mostrar su rostro en el monitor! La mayor parte del tiempo no querían permitirse ser vistos, y poco podía hacerse al respecto. Así que yo también empecé a cerrar la cortina.
Fue una de las etapas más desafiantes, enriquecedoras y ojetes de mi ensayo de esta profesión… la de artista autónoma. Exige que despliegues todos tus saberes, si es que puedes reconocerlos, y que los ofrezcas a bajo costo en condiciones precarias de trato y remuneración, si es que quieres seguir haciendo esto… lo de vivir de tu profesión. O eso creía en aquel momento. Hambre y desvalorización, mala combinación.
La pata chueca de la docencia implicaba ajustar-me todo-lógica-mente todo el tiempo, hasta donde podía. Disponerse me hacia condiciones de acompañamiento donde el estudiante descubriera en su propio cuerpo algo que se supone que yo sé… y en el camino re-conocer los saberes propios mientras se transforman… solo que para mí, esto de estar tan lejos no tenía precedente. No sabía cómo hacer contacto. Pienso que a veces lo logré y otras fracasé como los grandes. Como sea, perdí el trabajo.
Me pregunté todas las noches como sobrevivir a esto y no dejar de ser yo. Francamente no tenía ánimos para volver a la escena. Necesitaba una pausa.
Empecé a estudiar de nuevo.
Ser profesora era más laborioso, más comprometedor y menos remunerado que ser alumna. No me alcanzaba el dinero ni la energía para mantenernos a Kiki, a Khala, a Ágata y a mí, más o menos dignamente, y pues, yo soy la única humana en esta familia, capacitada para llevar pan y croquetas a la mesa, así que empecé los trámites para estudiar un posgrado: Derechos humanos.
Siempre que algo dice “interdisciplina” cabe de todo, así que inicié el proceso y prendí la vela. ¡Por favor diosas, permítanme una vida donde me paguen por estudiar!
El conocimiento siempre ha sido un refugio. Con los saberes que tengo, no había logrado encontrar un trabajo estable, digno y seguro en mi ciudad, que me ofreciera los trece mil y piquito de pesos que me daba CONACYT a cambio de buenas calificaciones y la promesa de no trabajar más de ocho horas a la semana en otra cosa. Siempre me he considerado orgullosamente ñoña y fue sencilla la decisión. Todo tenía sentido. Para ese punto ya me había topado con la investigación, el activismo y la incidencia política. A la fecha, nos gustamos y nos seguimos conociendo. Me ha enganchado el cruce entre lo que puedo gracias a los saberes de la escena, lo que aprendo por andar nadando en otros canales, y esta necesidad de justicia que me desborda la piel.
Con todo y todo, me siento extremadamente cansada y no me acuerdo desde cuando estoy así.
No creo que sólo sea la escuela con su terrorismo académico, ya me habían entrenado para eso toda la vida. También es la jodida dominación heteropatriarcal, capitalista y colonialista que me tiene adolorida, asqueada, indignada, triste, autosaboteada, ojerosa, ansiosa, somnolienta, deshidratada, furiosa, desesperada, decepcionada, angustiada, anémica, congelada y loca.
Luego, el aislamiento que desembocó hace apenas unos meses en una abrupta y absurda exigencia por volver a la normalidad, cuando apenas estábamos aprendiendo a detenernos. Nos acostumbramos de nuevo a normalizar la muerte en el aire. La pérdida inminente.
Esta alma rota es producto del azote entre el capitalismo salvaje, el patriarcado voraz y el colonialismo feroz, mandándome a encerar al cuarto oscuro donde he olvidado como tratar conmigo misma y con los otros… donde nadie me cuida y no sé cómo cuidar la vida… donde naufrago a la deriva, entre los recuerdos y el terror de perderme a mí misma ante la excesiva pensatividad,
La misma potencia mental que usamos para crear, puede ejercer todo su poder contra nosotros en forma de monólogo interior.
Miedo a perder a quienes amo, a no despedirme y que se quede algo abierto para siempre, drenándome la cordura. Sin abrazo. Sin columna vertebral. Sin apropiado refugio.
La casa siempre fue mi cuerpo-corazón y el techo para resguardarme. La casa es el lugar al cual volver, es la renta, la autonomía económica, los objetos, las puertas y las ventanas para contenerme de forma segura cuando me desparramo y reviento. Son orejas, son empatía, son red. Sentía que no tenía casa, pero igual era obligatorio pagar la renta y pensé que mi cerebro podría resolver esa chamba aunque mi corazón estuviera roto. ¿Qué tan difícil podría ser la academia? Trabajo intelectual. Trabajo de la mente. ¡Ingenuidad y ceguera!
El desafío no fue chutarme las clases de derecho, ni las lecturas de antropología, ni de filosofía de la liberación, o de pedagogía crítica y resolución pacífica de conflictos o psicología social.
El problema fue hacer una tesis sobre como el Teatro participa en la perpetuación de imaginarios que producen violencia contra las mujeres históricamente. El tema que escogí y al que no estaba dispuesta a renunciar, me puso en una situación que exigía argumentar, enunciar y denunciar críticamente la violencia de género en el Teatro… sentía que me obligaban a denunciar al amor de mi vida por agredirme desde siempre, cuando en verdad lo amo… y al desandar el camino, el ente abstracto que solía llamar “Teatro”, fue tomando rostro de múltiples personas. Seres de carne y hueso, activos por lo largo y ancho del campo del arte. Todxs habíamos sido partícipes del daño cometido, pero no sabía si estábamos dispuestxs a repararlo.
¿Has notado que somos violentadas casi siempre por nuestros afectos? Quienes están más cerca tienen más posibilidad de rompernos y el sistema está organizado para que suceda desde hace milenios con impunidad sistemática. ¿Estaba lista para denunciar al teatro por ello? Entonces vino el congelamiento, la inmovilidad, la impotencia.
Sentí deshilacharse mi salud mental y con ella toda vitalidad creadora. ¿Quién iba a querer hacer teatro conmigo después de esto? ¿Pensarán que me estoy victimizando? ¿quién va a creerme? Ya antes me habían tachado de respondona, amiga del agresor, desobediente, terca, hocicona, rebelde y problemática ¿estaba dispuesta a pagar el precio?
Seguí con la tesis como pude. Un año antes, cuando cursé el diplomado de creación investigación de la UNAM y la UBA, había aparecido el pánico escénico de escritura, pero había logrado sortear esas entregas con un desempeño vergonzosamente deficientemente. En ese entonces, la investigación no pagaba mis cuentas. Pensé que esta vez lo haría mejor, hasta que entendí que nada se resolvería sólo echándole ganas o poniendo mi mayor esfuerzo.
Descubrí por la mala que la academia no paga por construir investigación, te paga por escribir esa investigación y hacer las entregas a tiempo. Es su única expresión válida de conocimiento nuevo. Si no se escribe no cuenta y esa era toda la verdad. No importaron las lecturas, ni el trabajo de campo, ni los registros audiovisuales, ni las millones de notas y anotaciones, ni el laboratorio que armé con artistas jóvenes para mi trabajo de campo. Las entregas se hacen en Word, con citado en APA o te despides de las transferencias bancarias, y bien dijo la secretaria que en este sistema es mucho más fácil perder algo que recuperarlo.
Rebasada por el burn out, dije “hola, de nuevo” a la depresión. Como buena teatrera y primogénita, hacía de todo para mantenerme ocupada, evadida, autoexplotada y workahólica. Era insostenible. Decidí renunciar a todo, menos a los derechos humanos y a las clases que daba los sábados por la mañana a personas que nunca habían hecho teatro. Todo iba mejorando, hasta que enfermé varias veces de COVID y estaba llegando tarde a las entregas. No sé si eran mis defensas bajas o el sinsentido. El comité me puso un ultimátum y entendí que necesitaba ayuda, así que busqué terapia. Fui a dar con una mujer maravillosa, creo que me dijo que era psicóloga postestructuralista con perspectiva de género e iba a ayudarme a entender por qué tenía pánico escénico de escritura. Todo iba muy bien. Sentirme acompañada por una profesional hacía toda la diferencia. Algo activaba en mí, que a la menor provocación me hacía llorar desbocadamente cada sesión, como si me abrieran un grifo cuya potencia de llanto habría sido capaz de apagar mil incendios.
Llegamos hasta mi niña interior. La tomé de las manitas y contemplé a la despeinada infanta de cinco años que soy, la que no entiende por qué la abandonaron y siente que no merece nada, que está sola, y cree que nadie va a cuidarla y que seguro van a traicionarla, como lo han hecho otras veces. Nos consolamos juntas y le expliqué que son otros tiempos y que ya no tenemos cinco años, pero eso no ha sido suficiente. La psicóloga era súper generosa y amable, se llama Gaby. Nos veíamos seguido por zoom y nuestro tiempo juntas me ayudaba poco a poco a entender el proceso, a cometer errores nuevos, a tratarme con compasión y respeto. Todo genial, hasta que al consejo se le acabó la paciencia y CONACYT suspendió mi beca. Me quedé con dos mil pesos mensuales, deudas con tres bancos, muchísimo trabajo de tesis y ninguna seguridad.
Obvio no pude seguir pagando la terapia y aun no tenía palabras para expresar mi condición. Mucho menos para escribirla. Lo único que tenía son preguntas y fastidio por sentirme así.
Las personas que emiten diagnósticos tardan meses en dar un dictamen definitivo y he llegado a pensar que la atención psicológica es un privilegio de clase.
El tiempo con Gaby terminó. Las notas que tomé durante sus sesiones me ayudaron a comprender que una parte de todo esto es social, otra es genética, otra es historia de vida y otra es aquí y ahora, en este momento histórico que parece sacado de una peli apocalíptica de ciencia ficción.
Biografiarme en las libretas y leerme después de un tiempo, es casi como hacer análisis de texto para creación de personaje. Se usa todo el tiempo la reflexividad, que es básicamente darte cuenta de lo que haces y decidir qué quieres modificar y qué quieres conservar. Lo hacemos todo el tiempo en los ensayos.
Ya había escuchado eso de que el arte es buenísimo para la salud emocional y mental, pero yo sentía que curaba todas las mentes menos la mía. Ahora alcanzo a verlo, después de más convivio y menos terapia. Hice consciente una obviedad fundamental: no soy la única que pasa por esto y he empezado a notar como se manifiesta en la cotidianidad. Lo noto en las ausencias intermitentes de las, los y les participantes en el laboratorio, en los memes, en el insomnio y el desconsuelo que van dejando su huella desoladora en los colchones, en las actitudes autodestructivas, en los trastes sucios, en las puertas cerradas, en los mensajes sin contestar y en los pendientes sin cumplir.
…
…
…
Empiezo a congelarme de nuevo. Siento la electricidad que quiere salir por mis extremidades, los suspiros, la tensión. Me cuesta trabajo jalar aire… es porque sé que se me acaba el tiempo.
Es posible que empiece a parlotear cosas sin sentido, es mi cuerpo intentando decir algo inefable. No te asustes, pasará. Imagina que es un acto poético si eso te ayuda a ser paciente conmigo. Todo es por causa de este hueco en el pecho. ¿Cómo se manifiestan la crisis en tu cuerpo? Dilo concretamente, casi como la lista del súper: Bolsa desinflada, corazón acelerado, dificultad para respirar, necesidad de acostarse, no poder estar en pie, temblor, sudor en las manos, vista nublada, pecho cerrado, esternón, plexo solar, boca del estómago, enajenación, desconexión, autolesión, … esto es lo que otras personan sienten al respecto y las palabras que eligen para nombrarlo. Es como estar bajo un hechizo. Perder peso, engordar, aislarse. Un pesado sueño te invade, aunque hayas dormido bien esos días. Desgano, estrés, culpa, reclamo, parálisis.
Es ansiedad. Es depresión. Es estrés. Van juntas.
…
…
…
Tengo que despedirme por el momento. Antes quiero decirte que esto está inacabado, pero no es eterno. Hay esperanza. Tenemos saberes que funcionan y podemos accionar, sólo se necesita mucha voluntad para vivir y una intención clara… un objetivo.
Sabemos hacer eso y sabemos cómo compartirlo. Recuerda respirar profundo, es una clave recurrente. Conspirar, significa respirar con el otro. Conspira conmigo. Respira. A mayor deseo sin acción, mayor frustración y el que no respira se ahoga. RESPIRA.
Mantener un compromiso diario con la vida, puede ser mucho más desafiante que hacer las paces con la muerte. Lo sé. Podemos hacerlo. En otra parte de la espiral, la presencia de la muerte puede volcarse en transmutación que procure la vida. Eso también lo sabemos, ahora hay que performarlo. Conocemos el trazo.
Junté estos verbos para ti… estas acciones… estas notas…Si te sientes en crisis ensaya alguna y me cuentas qué tal funcionan. Todas las personas que he entrevistado afirman que sí es un asunto de voluntad. Despliega tu poder-saber-hacer. Conjúralas en voz baja pero con el volumen suficiente para que la escuche tu consciencia y logres poner el cuerpo. Repite para ti:
Puedo escuchar Puedo notar, y anotar… Puedo mirar Puedo identificar acciones Reacciones Detonantes Puedo leer Puedo hacerme preguntas Puedo equivocarme Puedo dibujar Puedo cantar en la regadera Puedo bailar Puedo sentir Puedo pensar Puedo respirar Puedo estar aquí y ahora, en presente
Puedo respirar Puedo respirar … Puedo respirar Puedo soñar
Puedo hacer mapas Puedo registrar y tal vez gracias a ello puedo volver a mirar algo que no vi en otro tiempo. Puedo viajar Puedo ordenar Puedo tener cuidado Puedo dejarme cuidar Puedo decir y no solo hablar… tan compulsivamente. Puedo intentar Puedo amar
Puedo ensayar Puedo ensaya Un día y el otro y el otro.
Conducir Canalizar Fluir Respetar Soltar Liberar Exhalar Girar Impulsar Sostener Gestionar Deslizar Mover Transitar Resolver Solventar Organizar Deconstruir Transformar Cambiar Trabajar una sola acción con una intención concreta Explorar Accionar Saltar Fluir Lo que es adentro puede ser afuera. Platicar Compartir Reconocer Narrar la historia propia Dudar de la Historia Recordar Preguntar Conversar Contactar
La vida que muere y vuelve a dar vida que morirá para vivir de nuevo. Eso es todo. Finitud bailando con la eternidad. Y así se siente también la vida en mi cerebro, en este cuerpo mío que piensa y siente así. ¿Cómo lo sientes tú?
Tengo que parar aquí, pero te contaré el resto en otras cartas. ¡Me han confiado tantas cosas que quiero compartirte…! pero tenemos tiempo. Iré al buzón cada noche cuando baja el ruido, a ver si te has animado a responder… si en algo hemos conectado. ¡Gracias por escucharme!
Deseo para ti el poder de recordar siempre tus sueños y hacerle caso a tu intuición. Hasta pronto. Un abrazo. Saludos cálidos. Sinceramente:
“Luna”.
P.D. Hay que poner en crisis la palabra “resiliencia”, te contaré sobre eso en la siguiente vuelta. “Medicamentos sí, medicamentos no… eso lo decido yo”.
San Luis Potosí, México, marzo de 2023
- Agradezco especialmente a Alejandra Manzano, Closs, Kat Díaz, Maribel de Anda, Matilde Lomelí, Rozz Flor, Sandra Jiménez Loza, Sandra Pujol, Aldo Reséndis, Alfredo Macías Rubio, Andrés VORT333, José Manuel Lira, Pablo Melgoza, Ricardo Moreno, Zamuel Hernández y al maestro Jorge Dubatti. ↩︎
- Enlace de la propuesta: https://recurrenteac.com/co-responder ↩︎
DESCARGA GRATUITA DEL LIBRO EN PDF Artistas-investigadoras/es y producción de conocimiento desde la escena.
Tomo IV, Lucía Lora y Jorge Dubatti (Coordinadores editores), ENSAD, Perú, DONDE ESTÁ PUBLICADA LA CARTA 1 del proyecto «Cartas/ artistas/ salud mental» de Irma Hermoso “LUNA»